¿Alguna vez has visto una montaña de azúcar? Me refiero a lo que se forma en el paquete de azúcar, o en el azucarero, especialmente con el azúcar moreno.
Cuando hay humedad, o ciertos condicionantes del entorno, el azúcar se apelmaza, creando estas “piedras” de azúcar, que pueden ser incómodas en algún momento, que pueden complicar el verter el contenido del paquete de azúcar en un azucarero, o servir azúcar con una cucharilla en una taza de café o una infusión.
¿Qué haces cuando esto ocurre? Hay muchas opciones. Desde dejar ese paquete de azúcar, a ir esquivando la “piedra” y consumir el resto, a coger la piedra y tirarla a la basura, a darle golpes con enfado diciéndole que “se deshaga”…..
¿y cuál es la mejor opción? Para mí, sin lugar a dudas, la mejor opción es tratar esa cúmulo de granos de azúcar con cuidado, acariciándolo, normalmente ayudado por un utensilio que lo facilite (como una cucharilla o tenedor), facilitando que los granos más externos se vayan desprendiendo, haciendo la “montaña” algo más pequeña, hasta que de repente se convierte en dos pequeños montículos, mucho más fáciles de manejar, y llegando a disgregarse totalmente en granos de azúcar, totalmente manejables y solubles en cualquier líquido en el que fluir.
Eso mismo es lo que veo tantas y tantas veces que ocurre con los problemas de las personas. Un problema es un grano de azúcar, algo manejable, soluble, y que fluye, pero a veces, tras un tiempo sin ocuparnos de esas situaciones o circunstancias individualmente, se empiezan a encontrar con las humedades de la vida, y se aglutinan. Y de repente algunas personas creen tener una montaña enorme, que es imposible sacar del paquete, que es imposible utilizar para el café, que si se sirve en una taza de té salpica al introducirla. Y entonces llegan los bloqueos, la parálisis, el nerviosismo, la desesperación, y tantas otras actitudes poco provechosas.
Y al fin y al cabo, tan solo es necesario tener claro que esa gran montaña, no es más que un conjunto de pequeñitos granos que, individualmente, son manejables, así que podemos poner conciencia de esa opción, y dedicarnos a tratar a nuestras montañas con dulzura, facilitando el fluir con todo desde una visión más posibilitadora.
Para esa toma de conciencia y facilitar la visión posibilitadora, el acompañamiento de un profesional puede ser tan útil como el de la cucharilla o el tenedor para transformar la montaña de azúcar en sus granos primigenios.
¿Cómo vas a tratar a tu azúcar?
Muchisimas gracias por estos comentarios , un abrazo y Feliz Domingo
Me encanta pensar que para solucionar un «gran» problema, primero tenemos que disgregarlo en trozos más pequeñitos….parece que así la montaña ya no te tapa el horizonte. Gracias por haber dedicado parte de tu tiempo en escribir esto, que en definitiva son las grandes verdades de la vida…y por hacer que gente como yo, conecte con esas verdades.
Gracias a tí Sandra por dedicar un rato a leerlo 😉 Un gran abrazo!!!
Gracias a ti Xavi por decidir un domingo leer lo que escribo. Un abrazo.